jueves, 7 de noviembre de 2013

Versiones de mitos: La guerra de Troya




Bañada por el mar Egeo y el mar del Marmará hubo una ciudad de obligado paso si se deseaba acceder al Marmará  igual a un lago pero con la diferencia de que  en uno de sus puntos comunicaba con el Egeo.

En él habitaba una especie de pez muy codiciado pues no solo servía de alimento ya que sus escamas eran de brillante oro. Por esto y porque era una región en la que abundaba el ecopetroleo, un combustible similar al petroleo pero con la ventaja de que en su combustión no contaminaba la atmósfera, la ciudad era codiciada por todos los pueblos de los alrededores. Pero no era una ciudad fácil de tomar pues la rodeaban una muralla de acero forjada por el mismísimo Hefesto.

Como acceso a la ciudad había una puerta que solo se podía abrir a través de una aplicación que solo los habitantes de la ciudad podían descargar en sus móviles.

El rey Menelao, deseoso de conquistar esas tierras para así tomar las riquezas que poseía, decidió emprender una campaña contra la ciudad. Con la escusa de retornar el honor de su hermano, a quien el joven príncipe troyano Paris había quitado la esposa, reunió a cuantos pueblos se quisieron unir a su empresa.

Partieron hacia la ciudad con los más sofisticados tanques, los soldados estaban armados con las más novedosas armas de fuego y les protegían chalecos antibalas
y cascos casi indestructibles.

Nueve largos años habían luchado ya, casi diez, cuando el mejor de entre los guerreros griegos decide retirarse del combate por una rencilla con Agamenón.

Acudió el abatido padre junto al rey aqueo para pedirle que le devolviera a su hija Criseida, pero este no accedió. Entonces Apolo se compadeció del padre y comenzaron a caer como moscas los soldados griegos víctimas de algo que parecía ser una intoxicación. Los mejores médicos les visitaron pero no lograron hallar la causa de su malestar. Como no lograban encontrar motivo alguno para esta repentina enfermedad, decidieron preguntar al oráculo. Este les contestó: " Irritado está el dios de las artes pues a un fiel devoto suyo habéis ultrajado, cuando la hija retorne junto al padre que llora su pérdida, entonces cesará el mal entre los vuestros."

Agamenón se disculpó ante Crises y liberó a su hija, pero no quiso quedarse sin esclava, por eso decidió apoderarse de Briseida, la esclava de Aquiles. Es por esta ofensa que el Pélida Aquiles se retiró de la guerra y no volvió a luchar por más que acudieran heraldos a ofrecerle mayores botines, riquezas y número de esclavos, después de ver como los troyanos poco a poco iban tomando ventaja en el combate , pero tomó de nuevo su fusil, su chaleco antibalas y su casco cuando, a manos de Héctor, murió en combate el joven Patroclo, igual a un hermano para Aquiles.

Deseoso de venganza, pidió enfrentarse cara a cara con Héctor y lo asesinó con sus propias manos, sin uso ninguno de armas. Luego arrastro su cadáver por los alrededores de la ciudad y lo llevó consigo al campamento. Al caer la noche, cuando dejaron de luchar, Príamo acudió a la tienda de Aquiles para suplicarle que le devolviera el cuerpo sin vida del hijo. Comprendía su dolor Aquiles, por eso se apiadó de él y le devolvió el cuerpo.

Pero él también tendría que encontrar la muerte en esa guerra, tal y como le había predicho su madre Tetis. En una de las jornadas de combate, lo vio de cerca Paris y le disparó con su arma. Apolo dirigió la bala que fue a parar en el único punto mortal del héroe: el talón.

Parecía ya ganada la guerra para los troyanos, cuando al ingenioso Odiseo, se le ocurrió que la única manera de tomar la ciudad era atacando desde el interior. Harían una dama de hierro, a la que llamarían "Estatua de la Paz" y la ofrecerían como donativo a la ciudad de Troya. Los mejores soldados se ocultarían en ella, los demás la dejarían frente a la puerta de la ciudad y fingirían una retirada.

Por la noche volverían a la ciudad y los infiltrados les abrirían las puertas con el móvil de algún ciudadano.

Así lo hicieron y en apenas horas consiguieron destruir la ciudad.



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